Territorio de la Fundación Espiritual

25/7/11

Ludovica: “Soy una empleada del cosmos”




Texto: Nicolás Peralta
Fotos: Claudio Herdener
Ludovica. Cuando el sol se detiene en su rostro, agradece. Sale a su encuentro cada mañana, cada tarde. Mucho le agradece. Agradece que la despierte y la invite a salir serenamente de la cama.
Cuando el sol se detiene en su rostro, agradece. Sale a su encuentro cada mañana, cada tarde. Mucho le agradece. Agradece que la despierte y la invite a salir serenamente de la cama. Y le agradece también el cielo inflamado de rojo y escarlata con el que se despide. Ludovica Squirru se reconoce afortunada. No precisa más que lo poco que tiene en su casa de Nono, Córdoba, allí donde Los Andes empiezan a insinuarse.
“Ver el ciclo entero de sol es muchísimo”, suelta la pitonisa más popular de la Argentina. Ella lo agasaja con mates y rituales holísticos, algunos de los que se entremezclan con sus predicciones, un clásico con cada cambio de año.
Ludovica lleva escritos nada más ni nada menos que 28 libros de horóscopo chino. Pero no se detuvo allí. También publicó uno que desentraña la cosmovisión maya, sus crónicas de viaje por China, se atrevió a la poesía y hasta dio consejos de alimentación. Son 32 libros en total. Best seller todos. Desde 1983, año en que debutó como escritora, sus predicciones son uno de los cinco libros más devorados.
Las ventas superan los 200.000 ejemplares en Argentina, Latinoamérica y España.
Ludovica se reconoce como una persona holística. Dice: “Mis libros testimonian mi presente. Creo en la mutación, en la evolución y en la transmisión. El que quiera seguirme tendrá que aprender cosas nuevas e incorporar el pasado al presente. El trabajo es deleite y por eso les ofrezco siempre lo mejor de mí en cada libro, que podrán disfrutar solos o junto a su animal favorito”.
Predicciones. Poesías. Anécdotas. Consejos y lecciones. El resultado: libros complejos pero hipnotizantes.
“Muchas veces me dijeron que la relación complejidad – popularidad que se da en mis libros es inédita y me parece una bendición. Siento que es mi obligación brindarle a la gente información nueva, expandir el conocimiento”, señala Ludovica. Sus lectores –dice- se renuevan año tras año gracias a su estética algo excéntrica y rockera. Un flujo constante de jóvenes la descubren cada año y se suman a la legión de fanáticos.
Ludovica nació en Buenos Aires en 1956. Estudió interpretación en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático e hizo un taller de actuación con Carlos Gandolfo. Como actriz de teatro, su primer vocación, interpretó obras de Moliere y de Esquilo. Pero su destino estaba marcado: terminó siendo quien introdujo la astrología china a América latina.
Estudió astrología dharma (una escuela que se detiene en la compatibilidad de las almas, a las que llama “compañeras), hizo un curso de I Ching en el Himalaya Institute de Nueva York, que profundizó con el profesor Juan Flesca, licenciado en Filosofía Oriental.
¿Que le diría al que no cree?
Respeto profundamente al que no cree. Todos tienen derecho a elegir en que creer, a buscar. Yo elegí uno de lo caminos, el que transito. Abrí una brecha que no se conocía. Los incrédulos no sabían que se trataba de sabidurías milenarias. No trato de convertir a nadie, el que quiera seguirme que me sigua, que me acompañe. El mundo necesita diversidad.
Lejano Oriente, cercano oriente
La influencia china fue de papá Squirru. La primera embajada argentina en Beijing –abierta en 1945- estuvo a su cargo. Trabajó cinco años en aquella ciudad revuelta e intensa. Era la época de Mao Tse Tung. El diplomático quedó marcadísimo por la cultura oriental, tan diferente, tan amplia de la suya. Tanto que no pudo despejarse jamás. Su inteligencia, su cultura, su avidez por los idiomas –hablaba cuatro– los volcó a comprehender a ese puedo.
Cuando el embajador Squirru volvió a la Argentina, se casó con mamá Marilú y nació Ludovica. El ambiente que la recibió ya era tan familiar como oriental. En la quinta de Parque Leloir donde creció, todo el tiempo se hablaba de Buda, de Lao Tze, de Confucio, del I Ching, del Tao. Lo chino nunca fue para ella algo inalcanzable, lejano o exótico. Fue algo muy orgánico. Filosóficamente se integró en su alma.
Esa bases de raíces orientales, marcó el rumbo. Años después se complementó con una búsqueda propia. Por más de una década viajó por el mundo Maya.
Aconteció otro ciclo de transformación. Los actuales México, Guatemala, Honduras y Belice le mostraban como eso pueblos originarios tenían una cultura y una profundidad astrológica singular.
La construcción de sus magníficos templos, sus nociones certeras sobre los equinoccios y los solsticios, sus ceremonias. Todo la encandiló. El resultado: Ludovica fue pionera, una vez más, en generar una movida local en torno al calendario maya.
“Los mayas fueron una inyección de vida. Yo venía con la impronta familiar de lo chino y mis propias búsquedas me condujeron a ellos. Tomar contacto con esa civilización y su legado es increíble y apasionante”, enfatiza.
Investigó; viajó sola, con amigas o algún novio; exploró lugares vírgenes. Desde siempre, Ludovica buscó entender de dónde venimos, qué aporta América, este continente, a la humanidad. Cruzó el saber chino con el maya. Culturas extremadamente diversas y, a la vez, enormemente parecidas. “Fue como encontrar la otra mitad”, apunta.
La Argentina espiritual. Después de escribir tantos libros, cuando llegaba el momento de averiguar qué predecía el I Ching a la Argentina, la historia se repetía. El oráculo milenario repetía por séptimo año consecutivo: “El trabajo en lo echado a perder”. El hexagrama 18 –de él se trata– habla de un fruto podrido que cae a la tierra.
En relación a eso, Ludovica repara en un punto, cuanto menos, inquietante: “Comprendí que siempre estábamos en el mismo lugar. En nuestra independencia, nadie se ocupó, desde el punto de vista astrológico, de dar el nacimiento bien sucedido al país”. “Hablo de una omisión que quienes creen que la afectación del cosmos tiene mucho que ver con lo que pasa en la tierra no pueden soslayar. En nuestra la historia es distinto: lo que importó fueron los intereses económicos y políticos, las urgencias. No hubo tiempo para el estudio una carta natal para una nación”, agrega.
Entonces hizo algo que no muchos saben, pero deberían. Juntó a algunos de sus compañeros de andanzas cósmicas, como Juan Namuncurá, de origen mapuche; Ana Tarántola, astróloga sirio caldea; Carlos Barrios, antropólogo maya; y Miguel Grinberg, escritor, poeta y uno de los decanos de la militancia espiritual y ambientalista. A Ludovica se le ocurrió integrar las cosmovisiones de América y dar una “aspectación astrológica bien parida”, y buscar una fecha para el renacimiento de la espiritualidad.

El día elegido fue el 4 de diciembre del 2003, a las 17 de la tarde. En esa coordenada es cuando se celebra el nuevo nacimiento de un país, el nuestro. “Si desde el cosmos vinimos mal afectados, eso se puede reformular. Hagámoslo”, invita. También tienta.
Hay que tener en cuento estos asuntos de energía cósmica y buen karma. Ludovica lo supo siempre, y cuenta con un ejemplo del poder de las fuerzas más allá de los hombres que la desatan. En su visita a isla Mujeres, ubicada en la Riviera Maya, frente al Caribe, transcurre la anécdota.
Fue hasta allí porque era tierra de Ixchel, diosa de la fertilidad. Al llegar sintió una mala onda impresionante. Una feroz contradicción entre la de belleza extrema y la mala vibra. Al otro día preguntó al guía del lugar dónde descansaba la diosa y le informaron habían robado sus restos hacía mucho tiempo atrás. “Vaya que hay una plaza”, dice que le dijeron. Fue. Se encontró con un “parque fálico”, hecho de metal y cemento. Se toó con gente de todo el mundo. “Había un corte de onda total”.
Según Ludovica, la mala onda surgió luego de que fuera profanado el lugar de reposo de Ixchel. “El karma pasó factura”. Al regresar a Córdoba, sintió la necesidad de reparar el daño que los hombres habían hecho a la diosa maya. Pidió a un artesano local que trabaja el algarrobo que hiciera una réplica de Ixchel. La energía femenina positiva volvió a la tierra, no importaba que haya sido a miles de kilómetros de distancia de su pertenencia original.
Un lugar en el mundo
Separado de Mina Clavero por el pequeño poblado de Arroyo de Los Patos, se encuentra Nono, pueblo elegido por Ludovica para vivir la vida.
Nono es un verdadero paraíso entre las sierras que tiene el privilegio astral de estar surcado por dos ríos de características completamente distintas: el de Los Sauces, de aguas cálidas y playas extensas; y el de Chico de Nono, que en su recorrido desnivelado forma cascadas y remansos que son un placer para la vista y el cuerpo.
“Tengo mi disciplina, tengo muchas actividades. Estoy conectada pero conectada al mismo tiempo. Estudio y leo a la mañana donde hay mayor receptividad. ¿Parte de la rutina? Contestar emails; ocuparme de la casa, como cualquier mujer; de las compras; de mis perros; de si plantar o cosechar en mi campo. Acá uno combina perfectamente la faceta de escritora y las actividades cotidianas. Además, tengo muchos amigos.
Algunos desde chica, otros fueron apareciendo, otros que traje. Nono creció mucho. Vino gente de Buenos Aires y del mundo. Hay mucho que hacer”. Ludovica dice.
La gente se divierte al verla, como cuando esta en Buenos Aires. Ella trata de preservar la energía y el tiempo, pero parece no conocer la palabra aburrimiento o la pregunta ¿qué hago hoy? Por eso, después de sus extensas o cortas giras, vuelve a córdoba a “retomar el bioritmo perdido”. Allí se inspira e investiga el devenir del futuro. La materia básica y esencial de sus horóscopos.
La plaza es otro de los atractivos de Nono. Las construcciones que lo rodean le dan un aire de pueblito detenido en el tiempo. Las Sierras Grandes son el telón de fondo de un punto que nació en el mapa a partir de colonia inglesa, vivió del cultivo y acopio de tabaco. Hoy es conocido por sus plantaciones de frutillas y por ser uno de los centros espirituales de Argentina. Ludovica tiene que ver, obvio.
Es madrina de una escuela rural. Participa activamente contra de la minería a cielo abierto en la provincia (las Altas Cumbres es uno de los lugares donde se esta tratando de explotar uranio). Amante de la naturaleza, va desde chica a esas comarcas y la abuela vivía en esa zona. Siempre le “latió” que iba a vivir ahí. Cuando tuvo que reconstruirse, eligió una vida ligada al campo, a la espiritualidad. Allá Ludovica da cursos, seminarios. Lleva una vida muy plena, con un contacto real de lo que es la Argentina profunda.
Y en este mundo Ludovica es subversiva. Como “marca registrada”, escribe lo que siente y con el respeto de sus editores. En sus libros, se cuelan predicciones, sí, pero también su vida, sus poemas, sus viajes, su intercambio espiritual y artítico. Esa –dice– es su función en el macro cosmos: hacer crecer el espíritu de sus lectores. Es una tarea ardua, pero por la cual vive como le gusta.
Ludovica es una gitana galáctica, un alma viajera. Empleada del cosmos con sede en Traslasierra –tiene una sucursal en Buenos Aires, que abre y cierra cuando le place– y está presente en el espíritu de cualquier ser fundacional. Es un referente. Pero no se limita a ser escritora de astrología. Seguirá buscando nuevos saberes hasta que parta. “Todos los caminos llevan al progresión del espíritu”.
No se define. Se siente mil mujeres en una. Se descubre y se redescubre con su faceta de arquitecta, agricultora, con el don y la bendición de poder transmitir a través de sus libros lo que quiere para ir creciendo. Vive de eso. Es un privilegio único –así lo llama– del que está agradecida y conciente. No puede pedir más. No mucho más.
Viaje experimental
Tal como lo hizo a los 30 años, ya con se padre muerto, buscando esa raíz que le había marcado, viajando por todo China en tren, metiéndose en ciudades, aldeas y pueblos para festejar el año del dragón con rituales milenarios y ver como no conciben la vida sin tener claro la astrología de cada paso que toman, Ludovica viajó a Cerdeña.
Squirru es un apellido sardo, por lo que fue a la pequeña isla italiana a practicar otras de sus técnicas predilectas: constelaciones familiares. Técnica que va hasta sus ancestros para ver como uno esta como esta, donde uno empieza a recordar el ADN familiar, el alma de la familia que quedo ya sea excluida postergada gente que nunca apreció en los anecdotarios familiares. Se conocen abortos, muertes, suicidios que empiezan a entrar al campo, cuando estas haciendo este trabajo y aparecen eso ancestros que nunca se supo de su existencia. Interesante pero solo para expertos.
2011: el año del conejo de metal
Ludovica dispara: “No es un conejo juguetón y pícaro que nos vaya a dar descanso, es de metal así que viene afiladísimo. Va a haber grandes sobresaltos y para llevarlos con tranquilidad habrá que agudizar la intuición, el olfato y los sentidos. Nos van a querer dar gato por liebre. Lo bueno es que aunque es tramposo, el conejo también simpatiza con la gente que lucha por sus sueños, por eso es un excelente año para la concreción de proyectos grandes”.

Año electoral el 2011; Nunca hace predicciones políticas; sólo puede decir que, la presidenta Cristina Kirchner es serpiente en el horóscopo chino y, por lo tanto, muy seductora. La serpiente y el conejo se llevan bien en este juego de seducción y ella puede sentirse cómoda en ese rol. Sin embargo, no hay que olvidar que el conejo es el hermanito menor del tigre, que termino el pasado 2 de febrero y no fue un año fácil para ella. De hecho, Néstor Kirchner era tigre y partió en el año de su animal.
Fuente: Cítrica Revista